No hace muchos años solía decir que nuestras tropas eran las mejores en los trabajos para mantener la paz en todo el mundo. Tras aprender las lecciones en Irlanda del Norte, su desempeño fue ejemplar en Bosnia, Timor Oriental, Sierra Leona y al frente de la fuerza que buscaba preservar la paz en Kabul.
El Departamento de Desarrollo Internacional otorgaba un financiamiento modesto y las tropas trabajaban de manera tal, que podían conocer a las poblaciones locales. Ayudaban en las reparaciones de emergencia, a construir canchas de futbol y se involucraban en otras actividades. El secreto del éxito de las tropas era que trataban a esas poblaciones con respeto. Por lo tanto, a pesar de los engaños que llevaron a la guerra contra Irak, era fácil creer todas esas afirmaciones según las cuales las condiciones de vida habían mejorado en Basora y Bagdad, en parte porque nuestras tropas sabían comportarse.
Es momento de revisar esa opinión. El video que ha salido a la luz pública que muestra a soldados británicos propinando golpizas deliberadas a jóvenes iraquíes -y la decisión de la gente de Basora de rechazar cualquier contacto con las fuerzas británicas- sugiere que nada corresponde con lo que se nos hizo creer. Tristemente, ya no podemos estar orgullosos del desempeño de nuestras fuerzas armadas, y el haber perdido su reputación las hace más vulnerables en Irak y Afganistán.
Encima de todo, hemos visto las más despreciables fotografías de torturas sufridas por prisioneros de Abu Ghraib a manos del ejército estadunidense. Dichas imágenes nos han recordado que en ningún momento desde que estalló el escándalo, en 2004, se ha hecho una investigación adecuada y que ninguna persona ha sido culpada de lo ocurrido.
Toda la semana se habló del informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que exigió el cierre de Guantánamo y de cómo nuestras cortes han pedido al gobierno que interceda en favor de los ciudadanos británicos que estuvieron presos en dicho lugar, aunque ahora estén asilados en Inglaterra, pero de quienes Londres se ha lavado las manos.
El argumento de Estados Unidos para conservar Guantánamo es que los presos son criminales de guerra y estarán en cautiverio hasta que ésta termine.
Pero mientras ese argumento se populariza, un policía británico de alto rango nos dijo que la guerra contra el terrorismo podría durar hasta 50 años. En este contexto, el Parlamento ha aprobado en una votación escandalosa, por un sistema cada vez más compulsivo, que ha impuesto nuevos documentos de identidad y ha inventado la nueva e insidiosa ofensa criminal de "glorificación del terrorismo".
Podría ponerme a llorar por el cúmulo de errores que se están cometiendo, la violencia y el derramamiento de sangre por todo el mundo, y que continuarán durante décadas.
Y todo empeora. La perspectiva de solución del conflicto israelí-palestino ha sido desechada y el hombre que tiene todas las posibilidades de convertirse en el próximo primer ministro israelí -Ehud Olmert- ha dejado en claro que implementará el plan de su antecesor, Ariel Sharon, de contener a la población palestina en una serie de bantustanes que estarán en una área equivalente a sólo 15 por ciento de lo que era la tierra de la Palestina histórica.
Eso significa que el conflicto continuará indefinidamente. Ningún dirigente palestino podrá aceptar esas condiciones, a las que además se añadiría la pérdida de Jerusalén este. La política en Medio Oriente permanecerá envenenada y la ira musulmana no cejará.
La semana pasada el Grupo Internacional para Crisis publicó un estudio sobre la insurgencia iraquí y concluyó que se está mejor organizada, menos fragmentada y más conciente de la necesidad de no aislarse de la opinión pública iraquí. Además, está más convencida de que puede ganar.
Las familias educadas iraquíes que sobrevivieron a la guerra Irán-Irak, la primera guerra del Golfo, las sanciones y los horrores de Saddam Hussein, están marchándose a montones porque la actual situación es insoportable. En Afganistán, el talibán está resurgiendo y el país se ha convertido en un Estado anárquico, con la posibilidad de enfrascarse en una guerra sin fin, en una situación similar a la de
Colombia. La decisión de desplegar tropas británicas en las más peligrosas áreas del país es arriesgar las vidas de los soldados en una guerra infinita y sin esperanza.
El mundo está en situación desesperada y la política exterior británica es parte de lo que origina el problema. En una era en la que necesitamos con urgencia la cooperación internacional para lidiar con problemas como el calentamiento global, la pobreza, el crecimiento poblacional y la pérdida de recursos naturales, también estamos amargamente divididos y hemos socavado a la ONU y el derecho internacional.
La gente, con frecuencia, compara los errores en Irak con la aventura de Suez. Temo que esto es algo mucho más serio y, encima de todo, estamos ante la posibilidad de atacar Irán para evitar que desarrolle capacidad nuclear.
Mientras tanto, nuestras estructuras constitucionales no están funcionando. Engañar al Parlamento siempre fue un crimen imperdonable, según los preceptos de nuestra Constitución. Pero nadie ha pedido cuentas al primer ministro por su engaño sobre Irak y el principal partido de oposición está demasiado ocupado, tratando de reparar su relación con la administración Bush.
El Partido Laborista tradicional está desesperado, su membresía se está colapsando y su reciente derrota electoral marca designios por venir. El problema es que no hay solución a la vista y, por tanto, el pueblo desprecia cada vez más el establishment político.
Todo empeorará antes de mejorar. No habrá paz hasta que una futura administración estadunidense entienda el problema en que está su país y la necesidad de un arreglo justo en Medio Oriente. En Reino Unido no veremos el cambio que necesitamos, a menos que logremos un Parlamento que nos lleve a modificaciones en el sistema electoral que pongan fin a la política irresponsable e incompetente de Downing Street.
Son tiempos sombríos y debemos enfrentar toda su oscuridad para poder empezar a construir los movimientos que pondrán las cosas en su lugar.
* Clare Short fue secretaria británica de Estado para el Desarrollo Internacional de 1997 a 2003, año en que renunció en protesta por el involucramiento de Gran Bretaña en la invasión a Irak.
The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca
martes, febrero 21, 2006
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