Bagdad, 24 feb (PL) Las autoridades iraquíes decidieron extender hoy el toque de queda para detener el estallido de una guerra de base confesional, al tiempo que tratan de aniquilar la resistencia a la ocupación.
Esa medida de
restricción comenzó a aplicarse la víspera en medio de una escalada de violencia
que en las últimas horas cobró la vida de más de 80 personas.
El
gobierno impuso la limitaciones correspondientes en cuatro provincias, a fin de
detener las acciones desatadas tras el atentado a la mezquita chiíta de
Askariya, en la norteña ciudad de Samarra.
La oficina del primer
ministro, Ibrahim al Jaafari, notificó que el toque de queda funcionará hasta
las 16:00 hora local en Bagdad, Diyala, Babilonia y Salaheddin.
En esta jornada del viernes, cuando la plegaria musulmana cobra una señalada
importancia, se prohibió la circulación y los infractores podrían ser baleados
por las fuerzas de seguridad.
Paradójicamente, con la aplicación
de esas restricciones, el gobierno y las tropas norteamericanas crean un
ambiente que les permite actuar públicamente sin límite.
Observadores se refirieron a que las autoridades instrumentan la amenaza de una
guerra entre comunidades religiosas para aumentar sus operaciones contra la
resistencia.
Según el coronel de la Policía Salam Khatab, sus
agentes hallaron en las últimas horas más de 80 cadáveres con huellas de que
fueron ejecutados con disparos.
Aún es difícil conciliar una
cifra única de las víctimas desde el pasado miércoles, cuando un atentado con
explosivo voló parte del domo del santuario de Samarra.
No
obstante la fragmentación informativa, se estima que desde entonces murieron
unas 130 personas como parte de las represalias por ese hecho, principalmente
musulmanes sunitas.
Según las tropas estadounidenses, la comunidad sunita encabeza la resistencia armada, la cual perfeccionó sus métodos de guerra de desgaste en estos 34 meses de ocupación.
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