¡Aquí estamos y no nos vamos!
A viva voz, este es el mensaje que le dio a los políticos y a
los cazamigrantes la inspiradora manifestación del 10 de marzo en Chicago.
Según la prensa latina, la marcha concentró a 300,000 personas.
Como símbolo de la importancia de los inmigrantes para la
economía estadounidense, ola tras ola de trabajadores, estudiantes, familias
enteras, incluso ancianos en sillas de ruedas, abarrotaron la ruta de la
marcha, que se extendió por más de dos millas, desde los barrios del oeste
de la ciudad hasta la sede del gobierno federal en el centro.
La marcha estaba permeada de un sentimiento de ira contra los
políticos que quieren criminalizar a los inmigrantes.
“¿Porque no presentarse a manifestar?”, preguntó Francesca
Carate. “Cuándo te están oprimiendo, cuando quieren sacarte tus derechos y
decirte que tú no sirves para nada porque tú eres hispano—¿quién tiene el
derecho decir esto?”
Un padre llevaba una pancarta que decía en inglés: “Bush, mi
hijo mexicano murió en Irak”.
“Vine para apoyar a todos los inmigrantes, todos los que no
tienen papeles”, le dijo Alfredo, mexicano radicado en Chicago por 14 años,
a Obrero Socialista. Los indios americanos no dicen nada [de sacar] a todos
los que están aquí. Si todos nos vamos de aquí, EEUU no tiene nada, ni para
armamento para la guerra”.
Esta indignación se combinaba con una sensación de confianza en
la posibilidad de organizar a las masas de inmigrantes y sus simpatizantes.
“[Esta marcha] es maravillosa. Tenemos que realizar más
manifestaciones de este tipo, le dijo Chilo González, carpintero que ha
vivido en Chicago por 22 años, a Obrero Socialista. “Tenemos que alzar
nuestras voces por nuestros derechos. Si nos callamos, nadie va a prestarnos
atención”.
Frecuentemente, grupos de manifestantes coreaban las consignas
“Sí se puede” o “El pueblo unido jamás será vencido”.
La razón principal que impulsó la marcha fue la aprobación en
diciembre de la ley H.R. 4437 por la Cámara de Representantes.
El proyecto de ley, que fue sometido por James Sensenbrenner
(Republicano de Wisconsin), convierte a muchos inmigrantes indocumentados (y
también a ciertos residentes permanentes) en “criminales
peligrosos”—criminalizando no solo a los inmigrantes indocumentados, sino
también a los trabajadores sociales, a los trabajadores de la salud y a
cualquier individuo u organización que provea asistencia a inmigrantes
indocumentados.
La ley de Sensenbrenner no sólo les da mayor autoridad a los
oficiales policiales estatales y locales para actuar como agentes de
inmigración, sino que les quita a los tribunales federales el derecho de
revisar los asuntos de inmigración.
En resumen, la ley devastaría la fuerza de trabajo inmigrante,
encarcelaría a trabajadores, separaría a familias, deportaría, encarcelaría
y les negaría acceso a vistas judiciales a los inmigrantes.
Aunque había pocas columnas organizadas por los sindicatos, la
marcha tenía un carácter abrumador de la clase trabajadora de Chicago, de
sus suburbios y de los estados más cercanos a Illinois.
Grupos de obreros de las panaderías y restaurantes, de fábricas
y sitios de construcción--algunos con sus uniformes de trabajo--salieron
directamente de sus lugares de trabajo para asistir a la marcha.
Esto es lo más cerca de una huelga general que se ha visto
Chicago en muchas décadas.
Los estudiantes de las escuelas secundarias también
constituyeron una gran porción de la manifestación.
El grueso de los manifestantes provenía de México, pero
asistieron otros grupos de inmigrantes provenientes de países como Ecuador,
El Salvador, Guatemala y de los países no latinos como Polonia e Irlanda.
Delegaciones de musulmanes se presentaron a la marcha en lugar
de ir a rezar a sus mezquitas como se les requiere a los devotos los
viernes.
A pesar de que la mayoría de los manifestantes apoyaban la ley
McCain-Kennedy como “el mal menor”, las demandas más importantes de la
marcha fueron mucho más radicales que las que son impulsadas por los
Demócratas.
Por ejemplo, la marcha exigió que se les otorgue la amnistía a
todos los inmigrantes y que el estado de Illinois se convierta en un
santuario para los inmigrantes si se aprueba la ley de Sensenbrenner.
Los Demócratas —inclusive Rod Blagoevich, el gobernador del
estado, el senador Dick Durbin y el alcalde Richard Daley— hablaron en
términos vagos sobre su apoyo a los inmigrantes; pero los manifestantes
estaban más interesados en el poder de sus números que en los discursos de
los políticos.
De más relevancia para los participantes fueron las
presentaciones de los activistas y de la gente común, como el discurso de
Elvira Arellano.
Elvira, una madre soltera con un hijo que es ciudadano y presidenta
de Familias Unidas, se ha convertido en una activista prominente en defensa
de los inmigrantes desde 2002, cuando fue despedida de su trabajo en el
aeropuerto O’Hare debido a su status ilegal después de ser arrestada durante
una redada por agentes de seguridad doméstica.
“No somos terroristas. No somos criminales”, le dijo Elvira a la
multitud. El congresista Sensenbrenner no puede separarnos”, porque “aquí
estamos. Somos un pueblo sin fronteras”.
La marcha en Chicago ocurrió tres días después de otra protesta
de 20,000 personas en contra de la ley de Sensenbrenner en Washington, DC.
Estos sucesos indican el nacimiento de un nuevo movimiento, no
solo por los derechos de los inmigrantes sino como un movimiento por los
derechos civiles como ocurrió en los años 60.
Es la hora de unirnos para luchar por nuestros derechos y
decirles a los políticos y a los cazamigrantes que: “Ningún ser humano es
ilegal”.
*Obrero Socialista, periódico en español de la International Socialist Organization (ISO).
www.socialistworker.org
Bridget Broderick, Nicole Colson y Josh Gruniewicz contribuyeron con información
a este artículo.
martes, marzo 14, 2006
EE.UU.: al grito de "aquí estamos y nos nos vamos", gigantesca marcha de inmigrantes colmó las calles de Chicago
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