Santafe de Bogota, 26 de diciembre. Los presidentes de Colombia y Venezuela,
Alvaro Uribe y Hugo Chávez, están dando por estos días abundantes pruebas de que
en política todo es posible, incluso que los extremos se junten, más aún si en
el horizonte se divisa su posible relección.
Entre el estupor de algunos y el desconcierto de otros, Uribe y Chávez viven
un romántico fin de año marcado por la cordialidad, las muestras mutuas de
afecto, las buenas maneras y los discursos plagados de retórica sobre la
amistad, apenas 12 meses después de que de lado y lado de la frontera se oyeron
frases descalificadoras de grueso calibre y tono provocador.
¿Qué pasó entre aquel movido diciembre de 2004, cuando las relaciones
bilaterales estuvieron en la cuerda floja, luego de que un comando pagado desde
el Ministerio de Defensa en Bogotá secuestró en pleno centro de Caracas a un
jefe de la guerrilla colombiana de las FARC y lo trasladó a territorio de
Colombia, violando la soberanía venezolana sin el más mínimo pudor?
Analistas de ambos países coinciden en que el radical cambio de hoy no es más
que una típica expresión de "amor en tiempos de pragmatismo", y que ambos están
haciendo movidas tácticas al servicio de sus propios intereses, aunque difieren
en su apreciación sobre cuál de los dos se está beneficiando más.
Una frontera caliente
Las relaciones entre Venezuela y Colombia han estado marcadas históricamente
por un ánimo de rivalidad y por numerosos roces, e incluso por una disputa
territorial. Los dos países están separados por más de mil 200 kilómetros de una
vasta y convulsa frontera, en la que actúan al menos 10 frentes de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia y del Ejército de Liberación Nacional, más
de 10 mil soldados del ejército colombiano, así como paramilitares de ambos
países y tropas de la Fuerza Armada venezolana.
A nivel estratégico, los gobiernos de Colombia y Venezuela han puesto en
marcha modelos políticos, económicos y sociales radicalmente opuestos, mientras
que en política internacional los caminos no podían ser mas distintos:
Washington considera a Uribe su principal aliado latinoamericano, y a Chávez su
más recalcitrante enemigo, "un elemento desestabilizador de la región", como
suelen definirlo los voceros del Departamento de Estado.
Uribe apoya la cruzada "antiterrorista" del presidente Bush y estuvo de
acuerdo con la invasión a Irak, al tiempo que vota al lado de Washington en los
organismos internacionales. En un gesto que solamente concede a sus más cercanos
socios, Bush invitó a Uribe a pasar un par de días en su rancho en Texas, donde
se ratificó -entre otras cosas- la continuidad del abundante apoyo militar que
brinda Estados Unidos a Colombia para enfrentar su conflicto armado interno.
Después de Egipto, Colombia es el segundo receptor de ayuda militar de Estados
Unidos en el mundo.
Chávez, por su parte, impulsa una política internacional basada en la
integración de los países latinoamericanos y la confrontación abierta con la
Casa Blanca. No obstante, es al mismo tiempo el segundo proveedor de petróleo a
Estados Unidos y el país con mayores reservas de crudo en el planeta.
Tregua táctica
Todo lo anterior hace más llamativa la nueva relación entre Chávez y Uribe.
En declaraciones a La Jornada, el analista y escritor venezolano Alberto
Garrido opinó que las risas y las poses de los dos mandatarios "son para la
foto", y constituyen la expresión de una "tregua táctica que los dos han
decidido en función de sus propios intereses".
Según Garrido, Uribe debe garantizarse que no tendrá el siempre incómodo tema
de Venezuela en su campaña hacia la relección presidencial, mientras que Chávez
aspira a neutralizar a Uribe para que no afecte su proyecto de "unidad
continental".
Dirigentes de izquierda colombianos dijeron a La Jornada que Uribe
tratará, incluso, de aprovechar su buen momento con Chávez para ofrecer a sus
electores la cara que le falta: la del político preocupado por los pobres y por
los temas sociales.
Sin embargo, también opinaron que Chávez se beneficiará del actual clima
bilateral, pues ha logrado neutralizar a uno de sus más tenaces adversarios a
nivel regional.
Mas allá de saber quién saca mayor provecho, Garrido dice desde Caracas que
es necesario ver el asunto como una tregua "entre amigos tácticos y enemigos
estratégicos". Para el analista venezolano, tanto Chávez como Uribe "están
comprando tiempo".
Garrido plantea que el gran interrogante de la actual luna de miel es -como
siempre- cuál será la respuesta de la guerrilla. Según Garrido, Chávez se ha
deslindado de las FARC, "pero si hay algo difícil de pronosticar es cómo
responden las FARC". Los grupos insurgentes han expresado en diversas ocasiones
que son respetuosos de los países vecinos, y niegan las acusaciones sobre
supuesta presencia de sus efectivos al otro lado de las fronteras con Venezuela
y Ecuador.
Por ahora, los dos presidentes han conseguido el propósito de despejar su
propio camino mediante el viejo método de mirar para otro lado y darle tiempo al
tiempo, pero la realidad -opinan a ambos lados de la frontera- se encargará de
empañar las bucólicas fotografías y las cariñosas palabras que hoy exhiben como
un trofeo Uribe y Chávez.