«Munich», la última película del director judío, fomenta un intenso debate intelectual en los Estados Unidos e inspira inquietantes reflexiones sobre las tácticas de la Casa Blanca desde el 11-S. Diplomáticos israelíes la califican de «superficial, pretenciosa e injusta»
Iar Noticias 29 dic
"Toda civilización se ve en la necesidad de negociar compromisos con sus propios valores».
Aunque parezca un argumento pronunciado en el transcurso
de alguna decisiva reunión en la Casa Blanca para justificar todas esas
prerrogativas en la lucha contra el terrorismo asumidas por la Administración
Bush desde el 11-S, la frase en cuestión es parte del guión cinematográfico de
«Munich», la última película de Steven Spielberg, que pese a haber sido
teóricamente concebida como una «oración por la paz» viene desatando desde su
navideño estreno en Estados Unidos una llamativa polémica, a múltiples bandas,
sobre límites, tácticas y retribuciones.
Este llamativo pronunciamiento
sobre «compromisos» forma parte en el largometraje de Spielberg de la vengativa
lógica supuestamente aplicada por la primera ministra de Israel Golda Meir al
dar luz verde para la formación de un comando ultra-secreto del Mossad destinado
a eliminar, uno por uno, a los responsables del grupo «Septiembre Negro», la
banda terrorista que en 1972 orquestó un televisivo ataque durante los Juegos
Olímpicos de Munich en el que perdieron la vida once atletas de
Israel.
Formalmente, el Gobierno de Israel nunca ha aceptado
responsabilidad por los nueve asesinatos de cabecillas palestinos vinculados a
la masacre de Munich.
Pero la película de Spielberg postula que esa mentalidad del «ojo por ojo» no ha hecho más que alimentar y perpetuar el conflicto entre israelíes y palestinos, desbordando el odio de los radicales musulmanes hasta salpicar a Estados Unidos.
Además, el popular cineasta -maestro a la hora de jugar con las emocioones humanas- plantea que estas tácticas extrajudiciales con sus casi inevitables víctimas inocentes generan a la postre más terrorismo.
La película también está sugiriendo inquietantes reflexiones sobre algunas de las más cuestionadas tácticas utilizadas por la Administración Bush desde el 11-S.
Incluidos ataques selectivos, cárceles secretas de la CIA, prácticas de tortura fuera de Estados Unidos, internamientos «sine die» en la base de Guantánamo y espionaje doméstico sin autorización judicial.
Además de alentar incluso discusiones sobre si la presencia militar
del Pentágono en lugares como Irak sirve para erradicar el extremismo o
contenerlo.
Como ya es problema habitual de Hollywood, la veracidad de la
historia contada en «Munich» se encuentra bajo sospecha.
La película -cofinanciada por DreamWorks y Universal- está basada en el libro «Venganza», publicado por George Jonas en 1984.
El propio autor, un periodista canadiense, ha reconocido que parte de
su trama está basada en una sola fuente y que fue incapaz de verificar ciertos
detalles de esta historia, rechazada desde un primer momento por los
responsables de los servicios de Inteligencia de Israel, país donde la película
está siendo promocionada como «una obra de ficción, inspirada por hechos
reales».
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