Ni siquiera la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) se libró de los varapalos que, entre taza y taza de té, propinó Richard Stallman en la conferencia que tuvo lugar en la Escuela Politécnica Superior de Ingeniería de Gijón: «Es muy mala, no merece existir y debe ser eliminada», decía el físico neoyorquino ante un aula magna que se quedó pequeña debido al número de asistentes. Stallman fue más allá y dio las pertinentes razones de tan polémica declaración: «La SGAE intenta aplacar la libertad de expresión con demandas para cerrar los sitios web que la critican y pretende eliminar el software capaz de compartir música, algo a lo que todo debemos tener derecho».
A pesar de ello, no está en contra de un canon, siempre que sea legal
compartir música y que ese dinero sirva para que el autor «viva de su
trabajo». En este sentido, propuso una opción algo más idealista que
consiste en poner un botón en los reproductores de música cuya
pulsación mande un euro directamente al artista. Fue sólo uno de los
temas que el conferenciante abordó en una charla que versó
principalmente sobre las ventajas del software libre frente al
privativo.
Génesis de GNU
Con un don de gentes envidiable del que hizo gala -al final de la
charla se vistió de San IGNUcio con una túnica y el interior de un
disco duro como aureola-, Richard Stallman se considera «elegido por
las circunstancias». Corría el año 1983 cuando el físico, que hasta
entonces había trabajado en un laboratorio donde imperaba el software
libre, se dio cuenta de que no existía ningún sistema operativo libre
que corriese en las nuevas máquinas. «Era sólo una persona,
-comentaba-, no tenía fama, ni habilidad política para convencer a los
estados para que cambiasen las leyes, pero sí podía desarrollar un
sistema operativo libre para las computadoras modernas». Y pone un
ejemplo: «Es como si ves a alguien ahogarse y sabes nadar, tienes el
deber moral de salvarlo, a no ser que sean Bush o Aznar», decía
arrancando un aplauso. Y decidió volcar su vida en ello o, como él
dice, «morir intentándolo».
Así ha sido, casi. En 1990 tan sólo faltaba un componente, el núcleo
del sistema operativo. Stallman encontró un micronúcleo. La mitad
estaba desarrollada y quedaba por desarrollar la otra mitad «de cara al
usuario. Quizá fue un error elegir este sistema porque a día de hoy no
hemos conseguido que funcione adecuadamente», se lamenta.
Es en ese punto de la historia donde surge la figura de Linus Torvals,
creador de Linux, el núcleo que funciona junto a GNU, y que, en opinión
del conferenciante, «ha hecho bastante mal al movimiento del software
libre» porque «la gente que utiliza linux no se da cuenta de que lo que
está usando en realidad es GNU con Linux. Los usuarios entendían que
todo era Linux y eso que al principio Torvals ni siquiera quería hacer
libre su núcleo». En este sentido, admite que el éxito de su software
le afecta «emocionalmente», aunque, más que su ego, le interesa que la
comunidad de usuarios avance.
Las cuatro libertades
Pero, ¿por qué es importante usar software libre? Stallman respondía a
esta pregunta asegurando que «es el único que respeta la libertad del
usuario». Para el neoyorquino, el software privativo «mantiene a sus
usuarios en un estado de separación e impotencia» porque no pueden
compartir los programas, ni cambiarlos, ni ver su código fuente.
Tampoco saben qué es lo que hace cada programa en realidad, con los
peligros que esto último conlleva, como la ejecución de funcionalidades
malevolas sobre las que el usuario no tiene control.
Además esto obliga a los usuarios a enfrentarse a frecuentes «dilemas
morales» y situaciones «incómodas». Así, una persona puede debatirse
entre dejarle o no a un amigo un programa privativo. En opinión del
físico,las dos soluciones posibles ante la cuestión son malas. Por un
lado, negárselo al amigo «te separa de él» cuando se supone que «merece
tu cooperación». Por el otro, dejárselo es incumplir la licencia de la
empresa que ha hecho el programa. Siendo los desarrolladores los
«culpables de esta situación, quienes merecen el castigo son ellos»,
afirmaba ante un auditorio totalmente entregado. Poco después,
aseguraba que se está dando una «verdadera campaña del terror»
orientada a los usuarios con la posibilidad de ir a prisión por tener
copias de este tipo de programas.
Frente a estos problemas que experimentan el común de los usuarios,
Stallman opta por funcionar siempre con software libre ya que
«proporciona las cuatro libertades necesarias para los usuarios:
ejecutar el programa como quieres, estudiar el código fuente y
cambiarlo, ayudar a tu prójimo distribuyendo copias y ayudar a la
comunidad haciendo nuevas versiones, mejorando programas y
publicándolos». Eso significa, por ejemplo, borrar de un plumazo las
funciones malévolas de los programas porque los programadores «no
tienen el poder suficiente para manejar a los usuarios» ya que, al
formar parte de una comunidad, cualquiera puede publicar el mismo
programa sin estas desventajas.
Enseñanza ejemplar
El siguiente paso, según comentaba Richard Stallman, es conseguir que
los ordenadores de instituciones de enseñanza corran siempre sobre
sistemas operativos libres y con software del mismo tipo. Por ello, dio
un toque de atención a la Universidad de Oviedo y aseguró que así «se
reducen costes» porque no hay que pagar por las copias. A este
respecto, tildó de nocivas las políticas de las empresas de dar copias
gratis de sus programas a colegios y universidades porque «es como
regalar drogas, hace a los estudiantes adictos y dependientes. Lo dijo
Bill Gates», explicaba ante las risas del público.
No sólo se trata de un problema económico, gracias al uso de este tipo
de software los estudiantes «pueden aprender a leer un código fuente y
ver cómo funciona por dentro un programa», algo básico para aprender a
programar. Además las escuelas «darían ejemplo y educarían en
cooperación y ayuda al prójimo».
Con este objetivo en mente, el conferenciante asegura que «es ahora,
cuando los enemigos del software libre son más fuertes, cuando se
necesitan más activistas en el movimiento». Respecto a ese tema explicó
que «hay conspiraciones que ya se conocen, como las nuevas computadoras
de confianza, a las que yo llamo traidoras porque niegan la libertad de
los usuarios. O las patentes de software que son muy malas para las
desarrolladoras de software pequeñas porque están en manos de las
grandes y es probable que cualquier programa complejo esté sujeto a
varias patentes distintas».
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