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Washington 17 Abr. - La Administración Bush trata por todos los medios de neutralizar la crisis surgida después de que varios generales retirados hayan pedido la dimisión del jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, por su gestión de la invasión y la ocupación de Irak, campaña a la que se ha sumado el general Clark. El general Myers, hasta hace poco jefe del Estado Mayor conjunto del Ejército de EEUU, salió a la palestra para reconvenir a los «críticos».
WASHINGTON
Richard B. Myers, general de la fuerza aérea y jefe del Estado Mayor conjunto desde 2001 hasta finales de 2005, salió al paso de las exigencias de que el jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, dimita por su gestión tanto de la invasión como de la actual ocupación de Irak.
La salida a la palestra del hasta hace meses más alto responsable militar estadounidense, actualmente en retiro, da la medida del impacto de las crecientes críticas en el seno del Ejército estadounidense al secretario de Defensa.
A los siete generales retirados que han exigido en los últimos días la cabeza de Rumsfeld se sumó, en las últimas horas, el ex comandante en jefe de las fuerzas de la OTAN en Europa, general Wesley Clark.
Pese a la escasa sorpresa del alineamiento con los generales «rebeldes» de Clark, líder opositor demócrata que aspira a convertirse en candidato en 2008, la interrupción de sus siempre sagradas vacaciones en Camp David por el presidente de EEUU, George W. Bush, reveló el pasado viernes la importancia que para la Casa Blanca reviste esta grieta en el «silencio obediente» del estamento militar, más aún a escasos meses de unos comicios legislativos parciales que se perfilan decisivos para el devenir de los republicanos.
El general Myers apeló, en declaraciones a la cadena ABC, a «los criterios profesionales que debe respetar uno cuando lleva el uniforme y que siguen vigentes aunque uno pase a retiro». Una crítica a los generales «rebeldes», entre los que se cuenta John Batiste, que fuera responsable de la Primera División de Infantería en Irak en 2004 y 2005 y que, a su regreso a EEUU, renunció a recibir la tercera estrella y a convertirse por tanto en el número dos del Ejército de Tierra porque rechaza estar bajo las órdenes de Rumsfeld.
En su defensa de este último, el general Myers abundó en que «no es tarea de los militares juzgar a los jefes civiles» pero fue más allá, al recordar a los críticos que, «cuando juzgáis a Rumsfeld, estáis juzgando al comandante en jefe en referencia al presidente Bush, porque así es la cadena de mando». Un recordatorio que coincide con el índice de popularidad más bajo de Bush en su ya legislatura y media al mando del país.
Tras interrumpir su asueto familiar en Camp David, Bush mostró desde Washington todo su apoyo a Rumsfeld.
La comparecencia de este último ayer en la CBS fue suspendida sin explicación alguna.
El Pentágono inició ayer una campaña de defensa de su jefe en el que destaca que hay 8.000 generales y almirantes en servicio o en retiro y saliendo al paso de las críticas.
Críticas que están siendo aprovechadas por la minoría demócrata.
Hasta el antiguo secretario de Estado, Henry Kissinger, terció en la polémica para señalar que, aunque Rumsfeld «es un brillante servidor público, todo el mundo reconoce que ha habido errores en Irak».
lunes, abril 17, 2006
Bush se niega a sacrificar a Rumsfeld en el altar del desastre iraquí
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