Nueva York, 27 de diciembre. Una bomba está por estallar sobre Washington. No se trata de un atentado terrorista internacional ni de algo más nativo como lo de la ciudad de Oklahoma, sino de lo que podría convertirse en el escándalo de corrupción política más grande en un siglo.
Unos 12 legisladores federales, si no es que más, y sus asesores podrían ser acusados por actos de corrupción, entre ellos aceptar sobornos, regalos y viajes de manera ilícita, y entre las víctimas podría estar Tom DeLay, una de las figuras más poderosas de la cúpula política y hasta hace poco líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes.
La semana pasada el líder de la minoría demócrata en el Senado, Harry Reid, declaró que éste "es el Congreso más corrupto en la historia del país".
"Creo que esto tiene el potencial de ser el escándalo más grande en el Congreso en más de un siglo", consideró Thomas E. Mann, uno de los especialistas del poder legislativo más reconocido del país y analista del Brookings Institution, en entrevista el mes pasado con el New York Times.
El Senador John McCain, republicano también, ha denunciado que "este pueblo se ha vuelto muy corrupto, no hay duda de ello", y señaló que espera que habrá muchas acusaciones formales ya que existe evidencia de corrupción extensa de varios legisladores estadunidenses.
El analista Norman Ornstein, del American Enterprise Institute -uno de los think tanks más conservadores de la capital-, escribió: "no creo que hayamos visto algo de estas dimensiones, arrogancia y pura venalidad en nuestras vidas. Se está intensificando hacia una explosión, que podría crear daño colateral inmenso dentro del Congreso y en las próximas elecciones".
Todo empezó con Jack Abramoff, quien era uno de los cabilderos más influyentes y poderosos de Washington. El año pasado, se reveló que Abramoff y su socio Michael Scanlon lograron cobrar a tribus indígenas 80 millones de dólares por tareas para cabildear sus intereses de promoción de casinos ante el Congreso.
El "cabildeo" fue realizado con regalos, favores y viajes pagados -entre ellos, una excursión para jugar golf en Escocia- para legisladores y sus asesores que trabajaron en proyectos de ley con Abramoff.
Aunque la investigación de la corrupción comenzó desde el año pasado, todo empezó a desenredarse en las últimas dos semanas por un caso no relacionado con las actividades de cabildeo.
Abramoff enfrenta una acusación legal de fraude en el estado de Florida, donde fiscales dicen que compró una escuadra de barcos casino falsificando documentos sobre su financiamiento. Un socio se declaró culpable para aceptar una pena reducida a cambio de su cooperación en el caso, dejando a Abramoff enfrentando seis cargos criminales y hasta 30 años de cárcel.
Ahora, hay indicios de que Abramoff está por concluir un acuerdo con los fiscales, declararse culpable para recibir una pena de cárcel reducida a cambio de su cooperación, no sólo en este caso sino como testigo clave en la investigación federal sobre la corrupción en Washington.
La presión sobre Abramoff se incrementó con la decisión de su ex socio, Scanlon, de declararse culpable en octubre y cooperar con las autoridades en las investigaciones de ambos casos, el de fraude en Florida y el de corrupción en Washington.
Si Abramoff acepta volverse testigo, ofrecerá evidencia que podría marcar el fin de las carreras de por lo menos una docena de legisladores y sus asesores que son objeto de la investigación federal.
Durante los últimos meses esa investigación se ha ampliado y algunos legisladores y oficiales republicanos ya han sido advertidos que están bajo el escrutinio de los investigadores.
DeLay, el ex líder de la mayoría republicana en la Cámara baja que enfrenta ahora un juicio en Texas acusado de maniobras ilícitas en financiamiento de campañas políticas, íntimo amigo de Abramoff, podría estar entre las víctimas del escándalo con su viejo socio testificando en su contra.
El caso ya cobró víctimas. David Safavian, alto funcionario de la oficina de presupuesto y programación de la Casa Blanca, renunció justo antes de ser arrestado en septiembre pasado por mentir a investigadores federales sobre sus vínculos de negocio con Abramoff.
Se espera que sean ligados al escándalo otros funcionarios del gobierno de Bush.
Aunque esto promete ser un gran regalo de Navidad para los opositores de los republicanos, el problema para los demócratas es que a pesar de que la mayoría de los legisladores ligados a Abramoff son republicanos, también hay algunos demócratas.
Sin embargo, es un desastre potencial más que nada para los republicanos, ya que son los que se presentaban como el partido con "valores morales" y familiares".
De hecho, algunas de las figuras ahora enlodadas por su relación con Abramoff incluyen a líderes del movimiento cristiano conservador como Ralph Reed, ex presidente de la Coalición Cristiana.
Y hablando de "valores familiares", algunas de las gentes bajo investigación son esposas e hijos de algunos legisladores que aparentemente se beneficiaron con el generoso negocio de Abramoff.
Entre los legisladores que están bajo investigación o sospecha, además del antes todopoderoso conservador DeLay, aparecen el representante Bob Ney, presidente del Comité de Administración de la Cámara baja, y John T. Doolittle (cuya esposa asistió a Abramoff).
Peor aún, esta semana se reveló otra faceta de este escándalo cuando dos columnistas admitieron que habían aceptado pagos de Abramoff para escribir columnas que favorecían a clientes del cabildero.
Copley News Service se deshizo de Doug Bandow -quien también renunció como catedrático de la influyente organización de estudios políticos Cato Institute- después de reconocer que había aceptado hasta 2 mil dólares por cada una de hasta 24 columnas que había escrito, después de que Business Week divulgó la historia.
Peter Ferrara, del Institute for Policy Innovation, también reconoció haber aceptado pagos de varios cabilderos, incluyendo Abramoff para escribir columnas en periódicos -Washington Times y Manchester Union Leader-; dos de los rotativos que lo publicaban han tenido que romper relaciones con él, aunque Ferrara insistió en que nada malo había éticamente en "tomar dinero de alguien y escribir un artículo".
Este no es el único caso de corrupción en Washington. La Comisión de Valores y Cambios -agencia reguladora de Wall Street- está investigando ventas de acciones posiblemente ilícitas del líder republicano del Senado, Bill Frist, mientras que el mes pasado el representante republicano Randy Duke Cunningham fue obligado a renunciar a su curul después de declararse culpable de aceptar sobornos por más de 2.4 millones de dólares para promover contratos militares.
Mientras tanto, cientos de miles de dólares fueron robados en Irak por oficiales militares estadunidenses, entre ellos un teniente coronel. Ni hablar de lo que se sospecha está ocurriendo con los contratos federales para el desastre de Katrina, y más. Pero no cabe duda que si este escándalo sigue creciendo, habrá una explosión política en Washington que se escuchará por todo el país.
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