Paris 05 ene - El tren de Niza a Lyon del 1 de enero se transformó en una pesadilla para sus 600 pasajeros, que fueron asaltados, amenazados, golpeados y sexualmente vejados por un grupo de jóvenes -20, 30 o 100; el número varía según las versiones- que se apoderó del convoy. La noticia, ocultada por la policía durante tres días y en la que se muestra una grave ineficacia, ha causado un escándalo político y una nueva refriega entre los dos sectores del Gobierno francés.
El jefe de la policía local, Georges Gasparini, despachó el incidente un día después con una declaración optimista: "Debían de ser alrededor de un centenar. Iban borrachos y los metimos en el tren en Niza. No pasó nada". El comisario, y sus jefes policiales y políticos, olvidaron algunos detalles, conocidos ayer, que son los que han provocado el escándalo.
El tren arrancó de Niza con su cargamento de jóvenes bebidos bajo el control de agentes de policía apoyados con perros. Pero al llegar a la estación de Saint-Raphael, éstos se apearon con sus canes y dieron por concluida su misión. Sin autoridad alguna a bordo, un grupo de esos jóvenes liderado (según los testigos) por Aziz Ed Doubia y Ashraf Bouzizoua, marroquíes radicados en Aviñón, comenzó a extorsionar al pasaje. Carteras, teléfonos móviles, walkmans, joyas, dinero, cualquier objeto sin importar su valor fue requisado. Uno de los cabecillas manoseó a una joven en medio de las risotadas de sus seguidores, muchos de ellos menores, que le jaleaban. El jefe, cada vez más violento en sus modos, se dirigió después a los aterrados pasajeros: "Y ahora a callar. El que nos denuncie no lo contará".
Al entrar en la estación de Les Arcs (un pueblo de 4.400 habitantes y que cuenta con tres agentes de policía), el conductor, que había lanzado la alerta, detuvo el convoy a la espera de refuerzos. El tren estuvo parado 108 minutos. Muy pocos viajeros lograron escapar debido a que las puertas estaban bloqueadas. Cuando el tren arrancó de nuevo llevaba en su interior a varios gendarmes. Con la ayuda de tres testigos -todos los demás viajeros renunciaron a presentar denuncias- detuvieron a los dos líderes, uno de ellos carecía de permiso de residencia, y un menor.
Antes de llegar al final del trayecto, donde les esperaba un regimiento especialmente preparado para capturarles, alguien tiró de la alarma y el tren se detuvo. Los jóvenes rompieron algunos cristales y se lanzaron por las ventanas llevándose consigo el botín. La policía pudo detener a otros tres, también menores.
"Los culpables serán identificados y castigados como se merecen", ha prometido el presidente de la República, Jacques Chirac. "La policía y la SNCF [sociedad estatal de los ferrocariles franceses] tienen que garantizar la seguridad de los viajeros". La frase, tras el fracaso en el control de los incendiarios de coches y de la protección de un tren que la misma policía llenó de jóvenes borrachos, ha causado estupor. Pero labronca política parece dirigirse de nuevo contra el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, enemigo político de Chirac, y contra esa misma SNCF a la que el Gobierno fuerza a sucesivas reducciones de personal.
Los socialistas se declaran "estupefactos y espantados" y aseguran que lo ocurrido constata "la triste realidad de la agravación de la inseguridad en todo el territorio". Los hechos -ataque protagonizado por jóvenes inmigrantes, algunos sin papeles, aprovechando el desmantelamiento del servicio público, sirviéndose de un precio de favor y en medio de la falta de reacción policial- parecen diseñados por un guionista de la extrema derecha que prepara al electorado ante las próximas citas con las urnas.
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