miércoles, diciembre 21, 2005

Huelga en el transporte público paraliza la ciudad de Nueva York. Afectados 7 millones de usuarios

Nueva York, 20 de diciembre. El sistema de transporte público más grande del país fue paralizado esta madrugada al comenzar la huelga de 34 mil trabajadores del metro y los autobuses de Nueva York, provocando con ello el mayor enfrentamiento de autoridades estatales y municipales con trabajadores públicos en 25 años.

Manifestando su hartazgo ante demandas de más concesiones, particularmente para los fondos de salud y retiro de futuras generaciones, cansados de trabajar para una agencia estatal famosa por tratar de manera soberbia a sus empleados, y marcando una raya en la arena para sindicalistas que enfrentan costos de vida cada vez más altos en la ciudad más cara del país y desafiando una ley estatal anti-sindical que prohíbe las huelgas en el sector público, la sección 100 del Sindicato de Trabajadores del Transporte (TWU) se declaró en huelga a las tres de la mañana.

Eso provocó que al amanecer, unos 7 millones de usuarios buscaran otras alternativas para llegar a sus trabajos, a sus escuelas y otros destinos. Miles caminaron kilómetros y cruzaron los puentes, extraños se hicieron conocidos al compartir taxis y vehículos de todo tipo (debido al plan de contingencia que prohibió el ingreso a Manhattan de vehículos con menos de cuatro personas entre las 5 y 11 de la mañana). Miles de bicicletas ocuparon las calles y avenidas, otros usaron patinetas, patines o simplemente se quedaron en casa. En la noche, el éxodo fue al revés, y el primer día de la huelga concluyó con incertidumbre para el resto de la semana.

Las escuelas abrieron dos horas más tarde, y muchas se quedaron semivacías. Algunas empresas contrataron autobuses privados para transportar a sus empleados. Como siempre en esta ciudad, brotó el humor, la ira, la compasión y de alguna manera, los ciudadanos superaron el frío (bajo cero casi todo el día) y las distancias para asegurar que esta metrópolis no quedara paralizada. Al cruzar por el puente Brooklyn algunos conductores gritaban "ánimo, Nueva York, felicidades".

Algunas cosas parecieron ir normalmente. Los teatros de Broadway anunciaron que mantendrán las funciones, los restaurantes y otros comercios ofrecieron de alguna manera sus servicios. Pero otras cosas daban pruebas de que algo había cambiado. Ciertas avenidas, incluyendo la Quinta y la Madison, y algunas calles fueron cerradas al tránsito para uso exclusivo de vehículos de emergencia, y la ausencia del ruido del metro sacudiendo banquetas y de los autobuses atravesando la ciudad brindó un nuevo ambiente en las calles de esta metrópolis.

Y por todos lados se debatió la huelga de los transportistas -desde una que duró 11 días en 1980-, unos acusaron al sindicato, otros a las autoridades, algunos a ambas partes. No hay gran simpatía para la agencia encargada del transporte público, la Autoridad de Transporte Metropolitano (MTA), una entidad del gobierno estatal y responsabilidad del gobernador, no del alcalde, ya que las quejas por el servicio (fallas, interrupciones, ratas, incremento de cuotas) son parte del vocabulario cotidiano. A la vez, los medios y otros parecen enfocarse en el gran sacrificio de los usuarios y suelen colocar la culpa más en el sindicato que en el patrón.

"No nos dan miedo las ratas, ni las que están debajo de las calles ni las que están arriba", declaró anoche Roger Toussaint, presidente del TWU, al anunciar la huelga. Destacó que el MTA cuenta con un superávit de más de mil millones en su presupuesto para negociar el nuevo contrato, pero que intenta reducir los beneficios de salud y pensiones de los trabajadores, y trata de culpar al sindicato de intransigencia. "Los trabajadores de transporte están cansados de ser poco apreciados y no respetados", afirmó Toussaint, y agregó que "no deseábamos una huelga, pero evidentemente el MTA, el gobernador y el alcalde sí", y solicitó a los neoyorquinos y otros trabajadores "reconocer que nuestra lucha es su lucha".

Un tribunal estatal impuso este martes una multa de un millón de dólares diarios al sindicato por violar la llamada Ley Taylor, que prohíbe huelgas de trabajadores del sector público estatal, y también permite multas de hasta dos días de salario a cada trabajador por cada día que no se presente a su empleo, o de 25 mil dólares a cada trabajador.

El gobernador de Nueva York George Pataki, y el alcalde de la ciudad Michael Bloomberg, acusaron a la dirigencia de TWU de hacer sufrir a los ciudadanos y condenaron la huelga como acto ilegal e irresponsable. Pataki, en Times Square, acusó que el sindicato "ha violado la ley y tiene que pagar las consecuencias", y pidió a la dirigencia levantar la huelga y regresar a las negociaciones.

Sostuvo que el sindicato ha "violado la confianza del pueblo de Nueva York... y no sólo ha puesto en peligro la economía de nuestra ciudad y estado, está poniendo en peligro la salud y seguridad de cada neoyorquino". Bloomberg denunció al sindicato por "tomar la vergonzante decisión egoísta" de estallar en huelga. Supuestamente en solidaridad con los ciudadanos, el alcalde también caminó a su oficina, cruzando el puente Brooklyn. Advirtió que la ciudad podría perder hasta 400 millones por día como resultado de la huelga.

Solidaridad y división

Aunque la sección 100 de TWU está desafiando a una ley repudiada por todos los sindicatos en este estado -y que proclamó que esta huelga no es sólo para defender los intereses y derechos de sus integrantes, sino para todos los trabajadores-, no cuenta con el apoyo total de otros sindicatos y trabajadores.

De hecho, el liderazgo nacional del TWU declaró hoy que no autorizó la huelga de su sección, que ordenó continuar negociando, y que no otorgará apoyo financiero. Informó a los agremiados de su obligación legal de retornar a sus empleos y suspender la huelga. Algunos analistas creen que esto podría llevar a una crisis interna donde el sindicato nacional podría "tomar" control de la sección y anular así la huelga. Otros señalan que esto podría ser una maniobra legal para evitar que el sindicato nacional sea sujeto a las multas impuestas por los tribunales sobre la sección por la acción laboral "ilegal".

En público, el movimiento sindical local y nacional han expresado su solidaridad con la sección 100 del TWU y sus líderes. La central obrera local del AFL-CIO anunció que establecería un fondo de 1.5 millones de dólares para apoyar una huelga, y los sindicatos del magisterio, de salud, el de confección y la nueva federación laboral de Cambio por el Triunfo, han manifestado su solidaridad. "Sabemos que la lucha de ustedes es nuestra lucha y que está en juego el sueño americano", declaró Anna Burger, presidenta de la nueva federación nacional en un mensaje a Toussaint.

Sin embargo, en privado algunos líderes sindicales han expresado dudas sobre la decisión en favor de la huelga, señalando que la última oferta del MTA mostraba concesiones a las demandas del TWU (incrementos salariales, abandonar la demanda de que la edad para jubilarse se elevara de los 55 años a los 62, etcétera).

Algunos opinaban que son malas fechas para contar con el apoyo público, a unos días de la Navidad. Al parecer, renació el debate entre los que proponen una opción "pragmática" dentro de los límites de las condiciones políticas actuales y los que insisten en que se trata de defender un principio y de marcar la raya ante las demandas de las autoridades para mayores concesiones, como la idea de que los trabajadores tienen que pagar más para sus fondos de pensiones y salud.

Un sindicato combatiente

La sección 100 siempre ha sido una de las más militantes desde sus inicios. El sindicato nace gracias a siete trabajadores transportistas irlandeses, todos veteranos del Ejército Republicano Irlandés, el ERI. Inspirados por el gran líder socialista irlandés James Connally, establecen un comité a principios de los años treinta que se convertiría en el sindicato de los transportistas TWU en 1934, en gran parte gracias a la ayuda del Partido Comunista de Estados Unidos.

De ahí surgió el legendario líder laboral Mike Quill, gran orador y luchador, varias veces golpeado y arrestado en la lucha por la dignidad de los trabajadores del metro. Desde entonces, el sindicato ha mantenido una tradición de lucha (con huelgas en 1966 de 12 días y otra de 11 días en 1980 con las cuales paralizaron la ciudad) y posiciones políticas progresistas.

"Primero, deseamos ofrecerle disculpas al público. No queremos estar afuera, nos estamos congelando. Pero el futuro de nuestro sindicato está en juego", declaró un huelguista.

En una de las terminales de los autobuses públicos en Sunset Park en Brooklyn, los choferes y mecánicos caminan en círculo con sus pancartas en un frío invernal bajo cero, es uno de decenas de "piquetes" de los trabajadores frente a instalaciones del MTA. De pronto, un maestro de primaria con toda su clase acude a visitarlos y ofrecerles las risas de los niños en solidaridad. Poco después, otro maestro, al parecer de la misma escuela pública en la colonia, llega para repetir el mensaje, mientras decenas de personas de la comunidad expresan su apoyo al hacer sonar el claxon o gritar mensajes de solidaridad.

A pesar de las dificultades para los millones de usuarios, la gran mayoría sabe qué tan difícil es vivir en esta ciudad para un trabajador o un profesional que no tiene vínculos con Wall Street, el mundo de la moda, la industria de la publicidad o de bienes raíces, y el enorme pero concentrado sector de ricos, incluyendo el propio alcalde, entre los hombres más ricos del mundo.

Los transportistas representan los millones de neoyorquinos con ingresos medios (entre 40 y 60 mil dólares anuales), los cuales se han desplomado casi un 12 por ciento en términos reales durante los últimos 13 años, mientras los ingresos del 20 por ciento más rico de Nueva York se han incrementado 26 por ciento durante el mismo periodo, según informes citados por el Washington Post. La tasa de inflación en la ciudad es de cerca de 5 por ciento y los precios de vivienda se han disparado hasta un 85 por ciento.

Las comunidades de estos trabajadores latinos, caribeños, asiáticos y más no necesitan explicaciones sobre esta lucha, aunque este sindicato como los otros, parece haber perdido el talento de presentar su historia y sus posiciones ante el público en general.

"El público ha sido tomado como rehén por el MTA, el alcalde y el gobernador", acusó hoy Toussaint, señalando que ellos deseaban provocar la huelga. Reiteró que esta disputa se trata de mucho más que sólo un contrato, ya que "tiene que ver con la demanda de que respeten a los trabajadores", y rechazar demandas que desean imponer no sólo a los trabajadores del transporte, sino a todos los trabajadores de la ciudad. Denunció que las multas y más son formas de "intimidación" de los trabajadores, y preguntó "¿por qué no hay penas para patrones que no negocian de buena fe?".

Mientras tanto, millones continuarán debatiendo el destino de esta ciudad, y no pocos desean el retorno a la "normalidad". Pero para algunos trabajadores en esta ciudad -dicen- la normalidad es cada vez menos aceptable.

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