Caracas, 06 Feb. ABN (Hernán Mena Cifuentes).- Las historias de Haití y de Bolivia, fueron escritas bajo el mismo guión que durante más de cinco siglos marcó la tragedia y el heroísmo de sus hijos, oprimidos bajo esclavitud y servidumbre hasta hace pocos días, cuando el pueblo indio boliviano conquistó la libertad, la que mañana aspira conquistar el pueblo negro haitiano, víctima como el del Altiplano, de la voracidad de imperios y oligarquías que los convirtieron en los más pobres y sufridos de todo el continente.
¿Cómo no habrían de ser heroicos, si nacieron del vientre prolífero que ha sido y es Venezuela, amasados con la arcilla mezclada con la sangre de sus mártires pioneros, los pueblos originarios y los negros, multiplicados por millones en un mágico acto de alquimia, un crisol de razas del que surgieron mestizos, zambos y mulatos, en perenne rebelión contra la opresión que le impusieron tantos imperios y sus lacayos?
Porque el pueblo haitiano nació de los taínos, "los buenos y nobles aborígenes de hermosas formas y dulce hablar entre sonrisa" que llegaron procedentes de Venezuela a bordo de frágiles canoas, desafiando las aguas del Caribe para poblar la isla, que llamaron Aití o "Tierra de Montañas", miles de años antes que los hiciera Colón y sus asesinos, que arribaron en 1492 y rebautizaron como La Española a la ínsula que hoy alberga a Haití y a la República Dominica.
Porque Bolivia, es hija también de Venezuela, creada por Bolívar y por Sucre tras la batalla de Ayacucho, donde en 1825 se eclipsó el sol del Imperio español en América del Sur, dando paso a un amanecer de libertad que nunca brilló para el pueblo indígena del Altiplano, sino hasta diciembre de 2005 con el triunfo de Evo Morales, cuando, a 180 años de su independencia, "despertó" el genio que le dio su nombre, no como le dijo a Neruda, que lo hacía cada 100 años, sino a 175 de su desaparición física en Santa Marta.
La liberación que mañana espera obtener Haití, se debe a la nueva realidad que vive América Latina y El Caribe tras la emergencia de un grupo de líderes al frente de gobiernos progresistas como Chávez, Lula, Kirchner, Tabaré y Evo, elegidos por la voluntad de sus pueblos, que por "efecto dominó" se propaga por toda la región y que mañana ha de saltar cual chispa, desde tierra firme hasta la isla de Petión, que elegirá a un nuevo Presidente, a casi dos años del derrocamiento de Jean-Bertrand Aristide, derrocado, secuestrado y enviado al exilio por los EEUU y Francia.
Porque en Haití, como se dieron últimamente en Bolivia, están dadas también las condiciones políticas y sociales para el triunfo del mulato René Preval, ex Presidente y ex Primer ministro, veterano luchador demócrata que logró sobrevivir, junto con Aristide, su amigo negro y compañero de luchas, a la persecución de los Duvalier, padre e hijo y sus Tonton Macoutes, una de las pesadilla de terror y muerte que el Imperio yanqui sembró durante décadas en su Patria.
Es que la sombra de Aristide, el líder que hace años habla al pueblo haitiano insuflándole la fe en un mañana de progreso que no ha podido hacerse realidad porque en más de una ocasión el Imperio truncó esas esperanzas, y quien no obstante desde su exilio en África, el continente de sus ancestros, insiste con su ideal y promete regresar, cobija con su manto a Preval, quien no tiene rival entre los 34 candidatos que le adversan, la mayoría de ellos lacayos al servicio de los EEUU y de la oligarquía criolla.
Como hicieron en Bolivia contra Evo, como lo hacen en Perú contra Humala, como lo hicieron y lo hacen en Venezuela contra Chávez, el Imperio y sus lacayos, liderados por los medios vende-patria y extranjeros, lanzan sus campañas de mentiras como dardos venenosos en desesperado intento para evitar el triunfo de Preval, mientras aceitan su maquinaria de falacias para tildar de fraudulento los resultados, seguros como están de la victoria de quien sustituye por ausencia obligada, la legítima presencia de Aristide.
Olvidan, sin embargo, que las cosas han cambiado para siempre. Que ese pueblo hambriento, sumergido en abismos de miseria, de ignorancia, de enfermedad y de hambre, no se rinde a pesar de los asesinos que a diario incursionan sembrando muerte por los barrios pobres de Puerto Príncipe y otras ciudades donde vive la inmensa mayoría de la población, dispuesta a darle el voto a Preval, a pesar de que los centros de comicios han sido ubicados en sitios alejados para dificultarles su acceso a los mismos.
Pretenden ignorar que ese pueblo lleva en su sangre el espíritu indomable de la resistencia heredado de sus antepasados, primero de los taínos, que se rebelaron contra Colón por el despojo del oro y el abuso a sus mujeres y que a pesar de haber sido masacrados hasta el exterminio en medio siglo, atacados por las enfermedades, maltratos y armas del conquistador español, también lo heredaron de sus otros ancestros, los esclavos negros que en 1803 derrotaron al Imperio francés, algo que jamás ha perdonado Francia.
Ahora se aprestan a derrotar al mas temible y poderoso de todos los imperios que haya existido en la historia, los Estados Unidos, la potencia que invadió por primera vez a Haití a principios del pasado siglo, cuando la nación yanqui daba los primeros pasos de su perversa marcha en pos del mesiánico proyecto de dominación mundial diseñado por sus fundadores y perfeccionado por sus sucesores hasta convertirse en la única superpotencia del planeta, dirigida hoy por "El Nerón del Siglo XXI", George W. Bush y sus "halcones."
Han sido noventa años de atropellos, marcados por la implacable dominación de los Estados Unidos sobre un país pequeño, casi un siglo de terror que se inició en 1915 con la invasión de los marines yanquis, torturadores y asesinos de sus hijos, que impusieron crueles dictadores que sometieron a un pueblo indefenso y saquearon sus recursos, hasta la sangre de las venas de miles de pobres e indigentes para venderla a precios viles a los laboratorios farmacéuticos del Imperio.
Mañana llega la hora de la verdad para Haití, la sufrida patria de Petión, y el pueblo negro podrá liberarse del Imperio y sus secuaces, como en diciembre lo hicieron los indios de Bolivia, tras cinco siglos de opresión y servidumbre, los primeros, habitantes de una isla cuyos hijos fueron amasados con la arcilla mezclada con la sangre heroica de los taínos de Venezuela, y los segundos, valientes moradores del Altiplano al que otros dos venezolanos, Bolívar y Sucre, dieron libertad y nombre.
lunes, febrero 06, 2006
Los hijos de Haití buscan reeditar la epopeya del pueblo boliviano
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