Santiago de Cuba, 16 mar (PL) Hasta los más escépticos deben reconocer la caída del mito de la insuperabilidad del béisbol profesional ante su similar amateur, a partir del exitoso desempeño del equipo cubano en el I Clásico Mundial.
Aunque la escuadra de esta isla había logrado triunfos ocasionales en partidos amistosos con elencos de la también llamada pelota rentada, nunca antes había participado en un torneo donde sus rivales fueran los mejores del mundo en esa categoría.
Los triunfos inobjetables de los peloteros cubanos en la lid tienen el sabor de una honda lanzada en forma de pelota contra un contrario levantado al nivel del gigante Goliat.
"Peloteros cuyos nombres producen escalofríos en la fanaticada han sido ponchados por nuestros lanzadores, que tanta cosa", dijo en su gracejo popular Oscar Rivero, bodeguero en esta ciudad.
"Y bateados también", agregó Herminio Huerta, estudiante del tercer año de la carrera de Medicina.
Por doquier se habla de béisbol en esta urbe de centenaria tradición en el deporte de las bolas y los strikes.
En las esquinas, mercados, en el interior de los ómnibus, bares, cafeterías, restaurantes, hoteles, parques públicos y en las calles, las palabras salen redondas y ruedan hacia el home.
Desde antes del Clásico y hasta sus inicios, una montaña de argumentos vaticinaron un descalabro de los peloteros cubanos en un torneo hecho por los profesionales y para los profesionales.
La sobrevivencia del béisbol amateur estaba en juego a partir de la inclusión de Cuba en esa lid, concebida para gloria del deporte rentado.
La evidencia ha sido frustrante para los partidarios de la "estimulación material" como divisa o blasón.
Y aunque debe reconocerse el patriotismo de quienes aceptaron integrar su equipo nativo, el ejemplo de Cuba es un clavo bastante incómodo en los spikes de los organizadores del torneo.
Aún se pueden escuchar frases como: "tiene suerte ese equipo", "en verdad, el azar los está ayudando", "el contrario aflojó", como si los juegos no hubieran sido transmitidos por la televisión cubana y vistos por millones de personas en esta isla.
Así como la simpática ola humana recorre de un extremo a otro el estadio sin que nadie pueda vaticinar su impronta, también las opiniones a favor del amateurismo han ido creciendo en cada triunfo de los criollos en el Clásico Mundial de Béisbol.
Y la ola sobrepasó del quinto al octavo lugar cedido a Cuba con generosidad por los prospectos de la propaganda universal. Ahora anda por el cuarto al primero, como quien dice haciendo espumas en las mismas costas estadounidenses.
jueves, marzo 16, 2006
Desplomado mito de insuperabilidad del béisbol profesional
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