Siete heridos que requirieron hospitalización -entre ellos una anciana, Julieta Gil, con una cornada en el pubis- y decenas de aficionados con escoriaciones y contusiones fue el saldo que dejó en 120 segundos el único toro que ha entrado en la zona reservada al público de la Monumental Plaza México en casi 60 años de existencia del coso.
El incidente ocurrió cuando por la puerta de toriles salió Pajarito, cárdeno claro del hierro de Cuatro Caminos, con algo más de 500 kilos de peso, rebosante de alegría y bravura, segundo de la tarde, que atravesó el ruedo corriendo a todo tren y al sentir que iba a estrellarse contra la madera saltó impulsándose con los cuartos traseros y apóyandose en un toldo con la mano derecha para caer sobre las sillas metálicas marcadas con los números 190 del área de barreras de sombra.
Atónito por el repentino cambio del mundo en que se hallaba inmerso, el animal arrasó con todo lo que había a su paso hasta las sillas marcadas con los números 97 y 98, donde moriría. En el trance pasó por encima de hombres, mujeres y niños que se lanzaban al ruedo, huían encima de sus vecinos de asiento -un hombre cayó de espaldas y no atinó sino a patear la cara del toro para desviarlo en su trayecto-, mientras de los tendidos se apoderaban el temor y la ansiedad.
Un aficionado, Javier Carrasco, asiduo a la fiesta, que se sienta siempre en la misma localidad de la cuarta fila de barreras, cogió al toro por la cola y éste ya no pudo avanzar; esto fue aprovechado por el rejoneador Felipe Vallina, que lo descabelló, antes de que Pablo Hermoso lo rematara, evitando mayores desgracias.
Otra anciana, Susana Lam, de 70 años, madre del ganadero Germán Mercado -dueño del hierro de Montecristo, que triunfaría junto con el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza-, estaba sentada en primera fila cuando el toro le cayó golpeándola en la espalda y la pierna, sin recibir lesiones graves, según su hijo, que en ningún momento la acompañó en la enfermería. Los demás heridos son: Andrés García, de 76 años; Marcela Madariaga y Alejandro Romero, de 39, y Gerardo Vatanovich y Esteban Román, de 40.
Una polémica estalló de inmediato cuando testigos afirmaron que el toro se apoyó con la mano derecha en un techito de cemento que cubre un burladero de prensa dentro del callejón, versión que de inmediato fue negada por reporteros afines al empresario Rafael Herrerías, quien podría ser demandado por los heridos bajo el cargo de no ofrecer al público suficientes condiciones de seguridad, un tema del que ya no podrá desentenderse el jefe del Gobierno del Distrito Federal, Alejandro Encinas, quien junto con la delegación Benito Juárez, a cargo del panista Fadlala Akabani, ha solapado las incontables y sistemáticas violaciones al reglamento cometidas por Herrerías.
Si Encinas tampoco interviene en esta ocasión, cuando no pocas personas estuvieron en peligro de muerte debido a la escandalosa irresponsabilidad de las autoridades, la próxima vez quizá las consecuencias sean más lamentables. El titular del GDF debería acudir a la plaza y ver las sillas aplastadas, los regueros de pelo y de sangre, o preguntar por las decenas de personas que salieron de allí con las piernas amarillas de yodo, la ropa desgarrada y moretones en todo el cuerpo. Lo que sucedió fue un aviso; si el GDF no lo oye la gente supondrá que padece de sordera salinista.
martes, enero 31, 2006
Brinca un toro a las gradas en la Plaza México, siete heridos
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